Balance

Te preguntarán qué hiciste :
responderás :
« Dejé caer los árboles,
vi morir a las gentes ;
me levanté temprano cada mañana,
fui a trabajar,
cumplí con los deberes ;
cambié de acera en varias ocasiones ;
cerré los ojos,
me callé junto con aquellos que callaron.
Llegué a viejo ;
fui obediente,
siempre me cubrí en las intemperies ;
evité los incendios apagando mis colillas ;
murmuré,
bajé la cara ;
aprendí a dar la espalda,
a lavarme las manos ;
tuve el sueño tranquilo,
una mecedora en la ventana,
sin embargo, no fui testigo de nada ;
tengo, en suma,
las manos limpias,
la vida en blanco ».

Se mirarán y entonces
te borrarán de un trazo,
y para siempre, de la lista.

© leonardo torres londoño, « alforjas de sombra ».

poema del camino viejo

Todavía empieza allí, al terminar la calle,
y a espaldas de las últimas huertas
finge que se aleja.

Quizás cuente aún con el ojo de los viejos
para iniciar la trashumancia
con un rebaño de helechos
y de tiempos idos ;

pero más arriba la carretera muerde, voraz,
el flanco arisco de la montaña,

y el camino
que llevaba a paso de hombre a los pastajes,
a otros pueblos,
se enrosca con las zarzas alrededor del cementerio.

© leonardo torres londoño, alforjas de sombra, 2001

La casa

ni mi casa es ya mi casa…
Federico García Lorca
« Ya no vive nadie en ella »

(canción « Las Acacias » de Vicente Medina T.)

Todo era grande en ella,
hasta los ruidos que teñían la noche
y estaba llena de los fantasmas que inventaron nuestros juegos.

En el jardín,
un joven pino donde solíamos pilotear aviones
decidió una noche recostarse para siempre en las ventanas;
las hortensias cuyo sortilegio temían mis hermanas
nadie se atrevió a arrancarlas,
y en las mañanas era bueno aspirar el vaho del césped
o el incisivo aroma que relucía en las violetas.

No es fácil recordar lo que no ha muerto
y sin embargo ya no existe:
aún me sorprendo en aquel hogar de tiza pintado en la terraza,
todavía busco el soldado atrincherado en las materas
y el Nautilus continúa atravesando el mar profundo en la bañera.

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De los trenes

Pasa el tren y su sonora remembranza:
las sombras chinas en la vieja casa,
los sueños hacia el cielo azul.
De eso ¿hace ya cuánto tiempo?
La hierba se hizo cargo
del brillo de los rieles
sobre los cuales fuimos,
tantas veces, funámbulos sin riesgo.
El tren pasa y es otro y distante :
Pasajeros sin viajes en sus ojos,
el frío espesa ahora, las horas se endurecen.
Todo paso en falso
precipita los sueños al vacío.
Y el cielo gris.

© leonardo torres londoño, alforjas de sombra

poema de los escarabajos

Los escarabajos de noviembre

En noviembre llegaban los escarabajos :
al caer la tarde su vuelo torpe circuía, por lo alto de los postes, la luz de las bombillas ;
y si era un deber fascinante el desafío de atraparlos,
nunca supimos qué anuncio traían sus hélitros
ni porqué al cogerlos nos prensaban, una a una, las líneas de la mano,
como queriendo abolir los yerros y asperezas de su trazo irreparable.

Quiromantes taciturnos,
diáspora de dioses de un Egipto Antiguo
que cada año volvía con su bordón secreto
a la ciudad de mi niñez profana ;
hoy  comprendo, al estimar mi camino,
¡qué breve prisión tuvieron en mi puño !

© leonardo torres londoño, alforjas de sombra, 2004

dos poemas a la Vihuela y la guitarra

Dos haikus y un sólo poema

Madera y manos
ornan la embocadura
de la vihuela

y desemboca
por el gesto redondo
la melodía

Este poema, fruto de un encuentro virtual, se compone de dos Haiku. El primero es de Ernesto, cuya página invito a visitar y sus haikus a leer; el segundo es de mi autoría, compuesto sobre la base del primero. Podríamos decir que el todo es un poema escrito «al alimón».

El haiku de Ernesto me recordó este otro texto que saco de mis cajones. Mi padre tenía una guitarra y una bandola. Las colgaba en la pared de su cuarto, al lado de la cama, y de niño, yo solía pasar la mano sobre las cuerdas, que desprendían su sonido al natural. Un sonido que se quedó grabado para siempre. Cuando, muchos años después, mi hija hizo lo mismo, el poema surgió, casi inevitable.

guitarras

Mi niña pasa
Su mano sin ley
Por las seis cuerda de la guitarra
Mi si sol re la mi,
Mi la re sol si mi;
Confusa,
La noche no sabe
De dónde la llaman
Ni por qué la memoria
Se vuelve guitarra.

© LTL, Alforjas de Sombra

Poema a la muerte de un indígena

BREVES

Matan a indígena Zenú (El Espectador)

Teófilo salió del resguardo,
por un camino de tierra zenú,
resguardándose sólo del sol,
ni machete llevaba.
Paró en el Achiote a refrescarse los pies,
a conversar un rato con el agua clara;
pero el agua esta vez
tiempo no tuvo de decirle nada.

El agua siguió corriendo
con sangre zenú en sus aguas.

En San Andrés de Sotavento,
pueblo zenú, su pueblo,
donde aún hablan con él aunque ya no lo esperen,
dicen que no fue la muerte quien lo mató:
muerte Zenú da la cara.
El ladino,
muerte emboscada.

a JMR
De «alforjas de sombra»

Poemas en memoria de indígenas colombianos asesinados