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Por la noche a mi casa le crecen extrañas dependencias.
Cuando el silencio ahuyenta cada decibel impropio y la vigilia cede al cabo de varios cabeceos, el sueño, celoso cancerbero, se entrega a su tarea.
Abre una puerta aquí, allá una ventana, ablanda en un instante las paredes que descorre como velos de cortinas…
yo lo sigo, penetro en espacios que siendo familiares desconozco.
Alcanzo a oír a un yo distante hacerse alguna vana y lógica pregunta
pero prosigo, de aposento en aposento,
con mis labores sonámbulas de las que poco entiendo,
como el público que sirve de comparsa incauta al prestidigitador astuto…
Yo sé que es mi casa,
aunque acudan siluetas sin que yo las invite.
Hay algo mío aquí,
lo sé,
aunque no sepa ni qué ni cuándo,
en lo borroso de esos como espejos,
en el extraño y lento y semoviente mobiliario.
Soy yo el que ocupa, intermitente, estas habitaciones que no pueden estar en las palabras.
Las piezas secretas de mi casa, abiertas al azar de los sueños,
caprichosas, habladoras,
espacios cuya luz no depende del ciclo de los astros,
donde hay algún enigma por resolver,
algo que buscar, ¡quién sabe!
y no sabemos o no queremos encontrarlo.
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leonardo torres londoño, obra en obra, 2020