Nos han dejado la esperanza

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Han dejado la esperanza delante de mi puerta…

lleva cerrada tanto tiempo.

El zaguán fue llenándose de trastos

como barricadas, de amuletos

tristes, y se añadieron fallebas

y cerrojos incrédulos,

mezquindades.

Hay allí cestos que trenzó la rabia,

y el olor a orín de los olvidos.

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Tendría que llegar hasta ella,

abrirla así graznasen las bisagras,

así nos encandiláramos…

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La esperanza…

¿será algo como el pie de una mata, una semilla?

¿tendré que cuidarla?

Podría ser tan solo una oración,

el verso de un himno nuevo,

o, a lo mejor – ¿por qué no?

unas sandalias…

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Y así han dejado la esperanza en cada puerta.

Y aunque muchas se irán abriendo

otras seguirán cerradas,

los ojos tras la mirilla,

afilando rencores en las cocinas,

atesorando inamovibles mundos viejos.

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Por eso tendremos que ponerla primero en las palabras,

hasta volverla costumbre,

ponerla luego en cada ir y venir,

en cada peldaño del vivir,

en cada obstáculo.

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Y no cejar

hasta ser cada uno

otra puerta de la esperanza.

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leonardo torres londoño, obra en obra, 2023

los cajones

Abro cada día los cajones,

están vacíos.

Otrora estaban llenos :

cachivaches heteróclitos se contaban en aquella

quietud oscura

cientos de historias

que, al recibir la luz,

se repetían en mi memoria.

Dónde se hallarán…

Miro el cajón

desocupado,

desposeído, un poco, la verdad,

como un reflejo.

Hubiera podido ser morada para alguna araña,

pequeña,

un lugar tranquilo para desovar.

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Leonardo Torres Londoño, obra en obra, 2023

riquezas

Mis riquezas son pocas.

Lo diré mejor: no tengo ninguna,

ni acciones, ni bienes raíz,

ni cuenta en Bahamas.

No existen mercados donde pueda venderlas,

no puedo sacarles ningún beneficio

contante y sonante.

Lo único que tengo,

aunque no me sirva para caerme muerto,

es mi infancia,

Señoras, Señores,

un montón de cosas que crecieron conmigo,

y  me acompañan…

cuando veo un gavilán en el cielo,

cuando pasa el tren, trácala, trácala, trácala,

cosas que tienen su propio lenguaje para hablarme…

tendría que pintar una bicicleta con un amigo en el manubrio,

y a los bandoleros,

y la dificultad de darle forma a las arepas…

las hay que son como sombras,

benéficas hadas madrinas,

ángeles de la guardia,

que venían detrás de las cosas que ocurrían

a depositar el más invisible de los oros,

y siguen por dentro,

ajenas a cualquier robo,

un árbol de mango,

una expedición por la quebrada,

el beso de una niña traviesa,

un poema

aprendido, el billete de un peso,

el sabor de las «frunas»,

un invencible camión de madera,

viajar a la tierra caliente…

Resulta imposible enumerarlas,

son tantas

que si no fueran lo que son

no habría dónde ni cómo guardarlas…

Señoras, Señores,

todos los días me nutren,

me enriquecen,

y las atesoré no sé cómo,

las llevo en las pupilas, alerta,

y en la sonrisa,

y en mi forma de amar a mis hijas,

de ir por el mundo,

y de seguir escribiendo poemas pese a todo…

leonardo torres londoño, obra en obra, 2022

Ucrania

Palabras distantes,

inútiles,

las armas dicen lo suyo,

tratan de miedo y de imposturas,

argumentan con la muerte.

Los civiles huyen,

no queda ya casa,

han arrasado las fronteras.

De sus sueños tampoco queda nada,

solo un abrigo para esta noche,

algo de comer,

un salvoconducto.

A nadie le importa ya la primavera.

Y nosotros aquí,

delante de las pantallas,

expectantes,

(nuestro dolor es indecente)

viendo cómo nuestro mundo,

en la trágica Ucrania,

se vuelve cada minuto

más precario.

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leonardo torres londoño

precariedad

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Mi hermano me dijo
que mi lengua no era precaria.
Se equivocaba.
Pensé decirle que sólo la lengua de los pájaros
no era precaria, pero
me callé :

No lo era,
ahora lo es.

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leonardo torres londoño, obra en obra, 2022

Poema sin causa

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Carezco de rabia,
de rencores atávicos retorcidos con mis raíces.
Mi infancia fue feliz, despreocupada -debo confesarlo.
Una bicicleta, un riachuelo, montañas, mangos,
y el cielo azul con gallinazos o cucarrones,
bastaron para secar los llantos.
Y si puedo decir aquí hubo un dolor, una herida,
un eco hereditario repetido en mis adentros,
busco en vano la exigencia del grito,
el ardor de una ira que intenta, rasguñando las palabras,
quitarse la mordaza.

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De seguro mis ancestros cuchichean, a escondidas, en mis versos,
alguna espina habrá, una revancha suspendida en la entrelínea,
pero mi voz se pierde lejos de tribunales justicieros
con la cautela del que calla y pule a solas su nonada.

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Mi pueblo, si acaso tengo,
yo, mestizo sin gloria, – clase media,
prescinde de mi obra.
No soy vocero de nada ni de nadie,
ninguna opresión me impone su yugo o su tramoya.
No tengo más remedio que hablar en nombre mío.

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Y sólo sé del miedo de vivir, banal,
con el cuerpo que me dieron,
o de los ánimos que faltan
o del extravío.

Y que no se culpe a nadie.

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Mi lenguaje es íntimo, precario
como si fuese un pasado viejo,
una distancia más, mas consentida.
Mi lengua es ese burladero
diario donde lo real no logra embestirme,
y al que me arrojo, sereno,
seguro de ir hacia mi propio encuentro.

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leonardo torres londoño, obra en obra, 2021

poema del tiempo

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El reloj se ha quedado dando vueltas en la casa sola,

no hay nadie en las ventanas,

sólo los trenes, a los que subo sin decir adiós, pasan por su reflejo.

La jornada se llenará de un trajín a lo mejor inútil.

Al regresar,

el reloj me mostrará las cifras que indican

su labor transparente.

La casa estará igual que en la mañana,

cada una de sus cosas,

y yo, transparente, en el reflejo del tiempo.

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leonardo torres londoño, obra en obra, 2021

no quiero

.

no quiero morir lejos del sol

y lo quiero vertical

taladrando la tierra

.

los árboles floridos

violentos los colores

de los pájaros

.

con su perfil de naranja

o de azul las montañas

y la molienda en el aire

.

las palabras cortas

que no estorben

ni pasen por el umbral

.

una canción

en mi lengua

suspendida en la voz

.

morirme cerca de mí

quemar los dolores

Y nada más

.

leonardo torres londoño, obra en obra, 2021