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Han dejado la esperanza delante de mi puerta…
lleva cerrada tanto tiempo.
El zaguán fue llenándose de trastos
como barricadas, de amuletos
tristes, y se añadieron fallebas
y cerrojos incrédulos,
mezquindades.
Hay allí cestos que trenzó la rabia,
y el olor a orín de los olvidos.
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Tendría que llegar hasta ella,
abrirla así graznasen las bisagras,
así nos encandiláramos…
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La esperanza…
¿será algo como el pie de una mata, una semilla?
¿tendré que cuidarla?
Podría ser tan solo una oración,
el verso de un himno nuevo,
o, a lo mejor – ¿por qué no?
unas sandalias…
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Y así han dejado la esperanza en cada puerta.
Y aunque muchas se irán abriendo
otras seguirán cerradas,
los ojos tras la mirilla,
afilando rencores en las cocinas,
atesorando inamovibles mundos viejos.
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Por eso tendremos que ponerla primero en las palabras,
hasta volverla costumbre,
ponerla luego en cada ir y venir,
en cada peldaño del vivir,
en cada obstáculo.
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Y no cejar
hasta ser cada uno
otra puerta de la esperanza.
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leonardo torres londoño, obra en obra, 2023