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Corro los postigos y la luz del día no aparece,
pese a la desmañada figuración del sol.
Las flores abrieron, es verdad,
las gentes empujan, cansinas, su rutina pues
los relojes echaron a correr antes del alba.
Y el alba pasó y no hay luz.
« Será el invierno », me digo, mirando el calendario
y en el cielo gris lo gris de su deshoje;
« o mis ojos, quizás », cuyo horizonte boga hacia las sombras.
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Del mundo llega un eco: tal parece que
la historia no deja de nacer entre descombros,
sin lograr saciar la indiferencia.
Las ciudades se vuelven ruinas sin mediar el tiempo,
la locura aupando a la avidez y a la miseria hasta dejar solo
el cascarón del hombre, su corazón ausente.
Y muerte y luto y la orfandad preñada.
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A lo mejor, en medio de las llamas, todo es oscuridad
y la luz empieza allí donde crepita, señera, alguna voz.
Pero ¿dónde?
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leonardo torres londoño, obra en obra, 2016